Por: Ángela María Gómez psicóloga integrativa especializada en Salud Ocupacional/Coach Ontológica.
Foto archivo personal.
Cuando nos referimos a agresividad cognitivamente la asociamos con violencia física o psicológica; o con los dos, y podría ser así; tal cual, en el sentido más básico y rudimentario de lo que nos equipara como raza.
Sin embargo, como todo lo que nos completa, puede referirse a un estado pasional en uno e indiferente o indiscriminado en el otro, que no alcanza a fluir con la fuerza de la carga recibida y la expectativa de quien entrega y espera una respuesta equivalente. Es en ese contexto dónde aparecen los ambientes hostiles de trabajo, las múltiples e interminables quejas de unos y otros que se sitúan en un borde contrario y sostienen lo que en la actualidad es conocido como el riesgo psicosocial.
La interacción que debemos tener con nuestros compañeros para llevar a cabo una tarea, coordinando acciones de manera clara, concisa y precisa se ve obstaculizada por este riesgo que podría ir desde lo más simple hasta lo más complejo, si no hay conciencia del otro como criatura única e irrepetible, apareciendo así las múltiples interpretaciones que llegan a fortalecer los caracteres más sensibles o a debilitar a los más fuertes generando frustraciones que se ven reflejadas en actitudes demandantes, criticas venenosas que disocian e impiden el desarrollo de la creatividad y alcances de desafíos indispensables para las empresas.
Los cambios han sido, son y serán indispensables para poder adaptarnos a los retos del momento. Se requiere estar con una actitud propositiva en las empresas listos a servir para ajustarnos a lo que se requiera o estaremos en vía de extinción. Sin embargo, culturalmente se nos ha enseñado a mantener constructos rígidos y solo cambiarlos cuando no hay más que hacer olvidando así la importancia de la prevención y generando mayor estrés al habitar un silencio que grita y clama por un cambio con condiciones viables para los colaboradores, trabajadores, perse la empresa y su rentabilidad. Pareciera que siempre hubiese que dividir las necesidades de la empresa versus las necesidades de los trabajadores de manera tal que las primeras atentan con la vitalidad de las segundas y viceversa.
Encontrar una solución que mejore o mantenga condiciones de trabajo dignas y adecuadas para los colaboradores o trabajadores es indispensable y las empresas así lo quieren, sin embargo, encontramos que en muchas se pasan por alto estas condiciones queriendo lograr grandes resultados en la productividad ofreciéndole un mínimo en recursos o materia prima al trabajador, sobrecargándolo con labores que son para dos o más personas, con la promesa de ser algo temporal como en un principio pudo ser o ilusionándolo con una posición o cargo con mejores condiciones salariales después de demostrar su capacidad en el campo.
¿Cómo podríamos empezar a trabajar en este riesgo desde la conciencia y no desde la conveniencia?
En Colombia con la resolución 2646 del 2008 y 2404 del 2019, hay una exigencia de evaluación de los factores de riesgo psicosocial que abarca no solo lo laboral sino lo que hay más allá en cada individuo y en sus recursos socioculturales, para trabajar en la brecha que tenemos entre las necesidades de la empresa versus las necesidades del trabajador.