Bután, un país con unos
750.000 habitantes, se convertirá antes del 2020 en el primero del mundo en el
que todos sus alimentos se cultivarán con prácticas de agricultura ecológica.
En esa fecha estará prohibida la venta de pesticidas y herbicidas químicos.
Los agricultores butaneses utilizarán para sus cultivos únicamente abonos orgánicos naturales, obtenidos de su ganadería, y ningún producto químico artificial.
Actualmente gran parte de su agricultura es orgánica, al no utilizar apenas pesticidas y herbicidas artificiales por su alto precio.
Bután tiene la intención de exportar sus alimentos naturales a los grandes mercados chino e indio, sus vecinos geográficos.
El ministro de agricultura Pema Gyamtsho, que es también un agricultor como otros ministros en este país, ha anunciado este plan en la Cumbre de Desarrollo Sostenible, celebrada en Nueva Delhi (India) a principios de este mes.
El ministro recalcó los efectos nocivos del uso de fertilizantes químicos en la calidad de frutas y verduras por su menor valor nutricional y la contaminación de las aguas subterráneas.
Los butaneses tradicionalmente practican labores agrícolas, que sin el uso de productos artificiales, mantienen producciones de alimentos suficientemente altas y mantienen la calidad agrícola de los suelos.
La intención del gobierno para mantener la producción de alimentos sin químicos es aumentar las tierras de regadío y usar variedades locales que son resistentes a las plagas.
Los agricultores de Bután se enfrentan en los últimos años a serios problemas como la sequía o la escasez de mano de obra que emigra a las ciudades.
Imágen de la fortaleza dzong en Bután.
¿Dónde está Bután?
Bután es un pequeño
reino suspendido en las alturas situado entre India y Tíbet. Poblado desde la
antigüedad, se conocen trazas hasta del 600 a.C. Durante siglos fue invadido
por mongoles o tibetanos y no constituía en sí un país, sino que estaba formado
por fortalezas ( dzongs) que dominaban las tierras de los alrededores y a
su población y que serán unificadas por un lama tibetano, Ngawang Namgyal, a
principios del s XVII, estableciendo una administración común. Los siglos
posteriores conocen un Bután en guerra con sus vecinos y conquistador de
fronteras. No es hasta el año 1907 en que se instaura la actual dinastía
Wangchuk nacida de la guerra entre dos gobernadores, uno de ellos con apoyo
británico que resulta vencedor del conflicto y otro con apoyo tibetano. El país
será sucesivamente protectorado británico e indio y accederá finalmente a la
independencia en 1971.
Siempre ha sido un país en
el que el extranjero era todo menos bienvenido. Por eso desde la implantación
de la monarquía se intentó que todo aquel que no fuera nativo del país, lo
abandonara.
En Bután no existe un índice para medir el PIB si no el
índice de la felicidad
Paradójicamente la imagen
que se tiene de Bután es distinta y se presenta como un reino de paz en medio
de las montañas nevadas del Himalaya. Más curioso aún es conocer la forma de
gobierno y las numerosas peculiaridades de su sistema político. En Bután existe
un indice para medir no el grado de riqueza de la población, como el PIB, sino
el GNH (Gross Nacional Hapyness) que mide el índice de felicidad de la
población.
Este se basa en 4 puntos
diferentes como son: crecimiento económico, conservación de la cultura y
salvaguarda del medio ambiente.
La verdad de si los
habitantes son verdaderamente felices es algo para determinar, y puede darse en
la medida en que aún su cultura no ha sido absorbida por los usos y costumbres
del sistema de la aldea global de la era de la comunicación, en la que todos
usa pautas y hábitos comunes que tan poco respetan la particularidad de cada
pueblo.
Foto:El rey de Bután Jigme Keshar y su hijo Jigme en un campo de maíz de Dungkhar Lhutense.
Bután fue el último país
del mundo que tuvo acceso la televisión en 1999 y solo hay declarados 500
internautas entre una población de más
de 2 millones de habitantes, de los que algún organismo estima que solo 800 mil
son verdaderos butaneses y que el resto
son refugiados nepalíes.
Es así posible que la alegría
que tienen los butaneses sea cierta,
algo de lo que al parecer dan testimonio
varios de los viajeros que por allí han pasado. Las convicciones de las
comunidades de Bután les impiden matar a todo ser vivo, por lo que
su concepto de la preservación de la naturaleza, tanto de flora como de fauna,
es muy alto, lo que sin embargo no ha impedido que a las autoridades expulsar y perseguir por motivo de religión a tibetanos y nepalíes, miles de los cuales
viven en campos d refugiados esperando recibir refugio en algún país.
Los nepalíes, de religión hindú, comenzaron a
emigrar a la vecina Bután en el siglo XIX pero un siglo más tarde el país,
dominado por una etnia seguidora del budismo tibetano, los "drukpa",
expulsó a sus descendientes por estimar que su número e influencia crecientes
suponían una amenaza para su identidad cultural.
Las conversaciones que han mantenido Nepal y Bután
no han servido para que este país permita la vuelta de ningún refugiado, ni
tampoco de los 15 mil butaneses que viven fuera de los campos en Nepal o de los
30 mil que se calcula que hay en la India.