domingo, 2 de julio de 2023

Un japonés que se hizo limosnero por amor


Makoto Takamura. Foto de  Alonso Moreno Sáenz.

Un japonés que se hizo limosnero por amor, es una de esas historias que sería en la actualidad difícil de creer, pero sin embargo,  sucedió hace varios años en Colombia.

Lo insólito se hizo realidad en la  patrimonial ciudad colombiana  de Guadalajara de Buga.

Así, junto a las blanquecinas paredes pintadas con cal de su catedral de San Pedro Apóstol, construcción  restaurada  que data del siglo XVI, un anciano vestido dignamente extendía su mano sin musitar palabra alguna,  con un silencio casi que reverencial y una serena mirada, pidiendo alguna moneda, a quien se atreviera a posar sus ojos sobre su frágil humanidad.

El protagonista de esta historia es Makoto Takamura, un ciudadano japonés nacido en Osaka, Japón, un 5 de abril del año de 1903.

Asi, luego de cumplir con su diaria jornada de sobrevivencia, que comenzaba muy temprano y terminaba aproximadamente a las 5 de la tarde, el señor Makoto caminaba unos 2 km para dirigirse a un lugar en donde muchos otros compartían su misma suerte.

Era el "Hogar del Mendigo", un sitio que también  tiene su historia.

Y es que "El Hogar del Mendigo" fue levantado desde sus primeros cimientos con la sangre derramada en las calles de esta ciudad por seres humanos que tenían en el  cielo abierto  su único hogar.

Fueron  varías décadas del siglo inmediatamente anterior  en Colombia durante  los años  1980 y 1990. 

Era la época del flagrante actuar de los pistoleros del narcotráfico y de los mismos "nuevos señores o dones" embebidos del poder que les daba su dinero para comprar conciencias y lo que se les atravesara en su camino, dando algunos rienda suelta a sus más bajos instintos y gustos de su mente enfermiza, ordenando  accionar el gatillo de sus secuaces o haciéndolo hasta ellos mismos, contra algún desprevenido caminante o durmiente indeseable para ellos  por su miserable aspecto, que deambulara por las calles en la noche o amaneceres y, se convirtiera en un objetivo más para ensayar sus armas y probar su puntería.

Ciudadanos desposeidos, tristemente considerados como seres del desecho, de los que nadie se preocupa, vistos como lo que afea el asfalto y el concreto  sin corazón, de las vías y avenidas embellecidas para los turistas y visitantes que llegan a Guadalajara de Buga a rezar.

Fue así en un amanecer, como en un cinta cinematográfica de terror, los actores de la muerte llegaron como fantasmas para  descargar sus armas de fuego de manera inmisericorde contra un grupo de personas que habían tomado su techo  y  lecho de descanso en el frio mármol de una de las sucursales bancarias de esta ciudad.

Makoto Takamura. Foto de Alonso Moreno Sáenz.

Una masacre atroz que conmovió de tal manera a esta sociedad, que la comunidad católica liderada por el obispo de aquel entonces Rodrigo Arango Velásquez q.e.p.d.,  y el presbítero Gildardo González Garcés, q.e.p.d., con el apoyo de los señores Humberto Cabal, el ingeniero Emiro Rivera y el alcalde Nelson Cuellar, (ya fallecidos)se dieron a la tarea de reunir voluntades y recursos para construirle una casa a todas aquellas personas que vivían en la calle y carecían de un techo donde guarecerse, gestionando la presencia de una comunidad de religiosas, "las Siervas del Santísimo y la Caridad"  y, proveyendo también los medios para que  pudieran tener su desayuno, un plato de comida caliente y un café con pan para calmar su hambre.

El Hogar del Mendigo que tomó el nombre "San Lorenzo Diácono" en inspiración de este santo católico, se inauguró el 10 de agosto de 1991.

Hogar del Mendigo "San Lorenzo Diácono" en Guadalajara de Buga.

A este lugar era hasta donde había llegado Makoto,al igual que las demás personas, varias en condición de habitantes de calle, sin embargo,él marcaba la diferencia frente a los que allí se encontraban y asi, nunca dejaba su corbata, chaleco y camisa de manga larga, con sus zapatos, que se notaba hacía todo el esfuerzo para evitar que el polvo y el barro  terminaran cubriéndolos.

Su forma de vestir y más alla de ello, su actitud lo mostraban  como un ser humano, que a pesar de la adversidad, podía presentarse como una persona con dignidad.

¿Pero como llegó Makoto Takamura a esta condición?

Todo había empezado en el año de 1930 apenas hacía poco había terminado la primera gran guerra y aún no había comenzado la segunda,yJapón, a pesar de aún no ser esa gran potencia militar que enfrentó a los EEUU en la Segunda Guerra Mundial, si tenía algunos adelantos frente a un país como Colombia en el tema agrícola.

Por su parte este país suramericano  había comenzado a ser visto en aquellas lejanas tierras gracias a las páginas de la novela "María" del escritor vallecaucano Jorge Isaacs, quien describía de forma  detallada y portentosa la belleza natural y la fertilidad del territorio vallecaucano.

De allí que además de Makoto fueron varios los japoneses que inspirados en los relatos de la novela de Isaacs llegaron hasta este territorio, involucrándose en la agrícultura y especialmente en cultivos como el arroz.

Makoto primero pasa por Antioquia y luego llega hasta Cali, capital del Valle del Cauca, en donde buscando la forma de trabajar para sobrevivir, llega hasta un circo de un argentino que por aquel momento estaba en esta ciudad.

En el número circense que le tocaba ejecutar debía colgarse del cabello.

Asi es como se vincula a la familia del circo y aquí se conoce con Johana Microvich, una antioqueña de origen eslavo,cuyo familia paterna había llegado del territorio de la antígua Yugoeslavia.Con ella encuentra el amor procreando ocho hijos, cinco hombres: Rodolfo, Joselito, Nacao, Yosidaro,  Elmer y tres mujeres: Janchein,Yagira  y Suzuki.

La influencia de su mujer lo hace convertirse a la fe católica, haciéndose misionero y viajando con la comunidad jesuíta a Ecuador, Perú y Bolivia.

Pero  luego del circo y  de cumplir su labor como misionero, debió volver a Colombia, teniendo que ganarse la vida de alguna forma y esta fue acudiendo a lo que él sabía hacer: hablar japonés, enseñando el idioma, defenderse, instruyendo sobre artes marciales y otros aprendizajes muy en sintonía con su cultura, como aprender a comer con palillos en la mesa a la usanza japonesa.

Pero su esposa si llevaba su papel como artista de circo muy adentro y junto con sus hijos partió dejando a Makoto.

Pasaron asi muchos años en los que él le perdió el rastro a su mujer e hijos, que ya adultos hicieron su vida de forma independiente, quedando solo a una edad en donde las fuerzas son inferiores para trabajar, como también las oportunidades de quienes pudieran  reivindicar algún  valor  en este hombre en su ancianidad.

Sin embargo, queda la pregunta:

¿Sería acaso imposible que una organización japonesa o hasta el cuerpo diplomático que representaba a su país en Colombia, pudieran hacer algo por él?

Realmente si hubo una asociación de descendientes de japoneses que forman una colonia en la ciudad de Palmira, quienes conocieron su caso y se propusieron ayudarlo para que retornara a Japón y pudiera tener allá unas condiciones de vida más digna con mucho mayor bienestar.

El problema estuvo en que Makoto tenía un impedimento, cual era la relación que por tantos años había tejido con el país que lo había acogido y con su familia, que anhelaba encontrar algún día, formando de esta manera una unión indisoluble por el amor que le profesaba a esta tierra que se había convertido en su nueva patria.

Cabe anotar que un par de años, luego de la entrevista, Makoto Takamura partió al viaje sin retorno, quedándose con el deseo de  encontrar  a su familia.