Comunidad de samaritanos. Foto tomada de radiosefarad.com
Samaritano, es un símbolo de inclusión y solidaridad en medio del conflicto, connotación dejada por este gentilicio para la posteridad.
Los relatos bíblicos del evangelio de Jesucristo inmortalizaron este nombre que identifica a una comunidad ubicada en la actual Cisjordanía, entre el territorio de Palestina e Israel.
Ser samaritano, dentro del territorio judio, en la época en que vivió en esta tierra Jesús de Nazareth, era una condición considerada para los judios de marginalidad, en cuanto estos pobladores eran vistos como los separados del tronco auténtico del pueblo judío, al aceptar mezclarse con extranjeros durante lo que significó la separación de Israel en dos reinos, el del norte y el del sur, luego de la muerte del rey Salomón, estableciendo ellos su lugar de culto en el monte Garizín, en donde hicieron su templo, negándose a aceptar el lugar principal de adoración a Dios en el templo de Jerusalén.
Anterior situación hacía más irreconciliable que los judíos legalistas y ortodoxos los aceptaran, a tal punto que casi se prohibía que un judío apegado a la ley se relacionara con un samaritano, llegando al punto de evitar al máximo el pasar por el territorio en donde los samaritanos se encontraban asentados.
Sin embargo, Jesús, el maestro de Galilea, que era judío, rompió los paradigmas de la época, empezando por atreverse a entablar diálogo con una mujer samaritana para pedirle agua, siendo en aquel entonces de muy inadecuada presentación que un hombre judío se dirigiera a una mujer en un sitio público y mucho menos para pedirle un favor y muchísimo menos si la mujer tuviera una reputación moral cuestionada.
Pues bien, el relato que trae el evangelista Juan en el capítulo 4 refiere este episodio en donde en un medio día caluroso Jesús le pide de beber en un pozo a una mujer samaritana.
Gesto que en el fondo trae una enseñanza más profunda, pues ante la sorpresa de la mujer por la actitud de Jesús, el maestro termina ofreciéndole un agua superior a la que ella estaba sacando del pozo, como es el agua viva que se otorga a quienes creen en Él, en su mensaje y le siguen.
Finalmente la mujer samaritana es convencida de la verdad de Jesús como el Mesías anunciado y se lo comunica a sus vecinos que se vienen hacia Él, terminando ellos también convenciéndose y haciéndolo quedar dos días más en la población de Sicar.
Además de la mujer samaritana, que es un claro ejemplo de solidaridad, como la persona que da de beber al sediento, aunque este sea casi un contradictor o enemigo, pues judíos y samaritanos se rechazaban, acude Jesús a una parábola para ejemplarizar el amor al prójimo, en donde el protagonista es un samaritano, que a pesar de ser una persona del común, termina siendo más solidario, socorriendo al hombre del relato que es atracado y dejado mal herido en el camino, sin que un escriba y un levita o sacerdote judio que pasan a su lado se preocupen por ayudarlo.
De allí que la palabra samaritano se haya convertido en sinónimo de solidaridad y acción fraterna con el más necesitado.
Sin embargo, por los avatares de la vida, en el mundo potsmoderno y de las tecnologías, cada vez es más complejo descubrir el sentido auténtico de la solidaridad, pues la sociedad del consumo, de la oferta y la demanda, del sálvese como pueda, ha metido al ser humano en una carrera en la que no se puede mirar confiado hacia ningún lado, ya que todos los que van con él son competidores que deben desarrollar su "competitividad" y asi, quien en esa carrera caiga al suelo tumbado por la estampida de los que también corren, dificilmente va a encontrar un "buen samaritano" que esté dispuesto a detener su marcha para ayudarlo y mucho menos a gastar algo de su dinero para socorrerlo.
De allí que ese "buen samaritano", cada vez se tiende a perder más en el recuerdo del relato bíblico, sobre todo en los emprendimientos, en los negocios y en la vida social.
Lo curioso aquí es que la comunidad que da origen a esta palabra icónica, residente, como se dijo al comienzo, en lo que es actualmente la llamada Cisjordania, también se encuentra en riesgo de desaparecer, ya que según estadísticas, la población de samaritanos no sobrepasa las 1000 personas, algunos hablan de una cifra que está por las 700 personas, mayoritariamente hombres, de tal forma que se ha intentado buscar que mujeres se interesen en viajar hasta esta tierra para encontrar su pareja y asegurar la procreación de hijos samaritanos.
Comunidad, por demás que se halla en uno de los puntos del planeta de mayor conflictividad, en el medio oriente, pues sin ser judios, a pesar de hablar el hebreo, algunos árabes radicales los ven como adversarios cercanos al régimen isralí que rechazan, mientras que al hablar también árabe y tener la nacionalidad palestina, algunos judíos los ven con sospecha, cercanos a las facciones enemigas violentas que los asedian.
Pero a pesar de todo, lo que más sorprende, es que aún hallándose entre dos fuegos, teniendo las dos nacionalidades, la palestina y la israelí, hablando árabe y hebreo, son quienes se han convertido en los intermediarios para que los comerciantes palestinos puedan enviar sus productos al lado de Israel, ante las dificultades que a ellos se les presentan por las extremas medidas de control de los organismos de seguridad israelíes en la línea que separa los dos territorios.
Así mismo son varios los conductotes samaritanos que con mayor confianza pueden prestar sus servicios de transporte a judíos que por alguna razón deben pasar hacia el otro lado y pueden tener prevenciones por su seguridad, al transitar por el sector palestino, dada la tensión que se vive en las relaciones entre el gobierno de Israel y los palestinos.
De esta forma, es que la historia sigue mostrando a los samaritanos, como a aquellos seres humanos que saben extender su mano solidaria en los más difíciles y "sedientos" momentos de ausencia de compasión con el prójimo.
Definitivamente el mundo debiera repoblarse de muchos buenos samaritanos.